viernes, 18 de enero de 2013

A la sombra del algarrobo

Catherine L'Ecuyer en el subtitulo de su fantástico blog Apego & Asombro se plantea "¿Cómo educar en un mundo frenético e hiperexigente?"
Y me temo que en la escuela no tienen la respuesta.
Resulta que mi bendito hijo come bien. Come de (casi) todo, no se salta comidas, unas veces mas y otras menos, come con ganas y con gusto, cuando se siente saciado, deja de comer.
Pues hoy la maestra me ha vuelto a decir que "es muy lento comiendo" (se refiere al almuerzo porque a mediodia come en casa)
He sentido unas ganas tremendas de estrangularla (no a ella como persona, que me cae muy bien, sino lo que representa) que enseguida han sido reemplazadas por una gran tristeza.
Tristeza porque a niños tan pequeños les pidamos, les exijamos ya ser parte de ese mundo 'frenético e hiperexigente' donde el reloj es el dios absoluto al servicio de don dinero.
Me niego a enseñar a mi hijo a tener prisa, me niego y me niego.
Cada día a la salida del colegio, a las doce y media, le damos una buena patada en el hígado a los Hombres Grises: nos quedamos en un descampado al lado del cole, debajo de un gran algarrobo, y perdemos el tiempo que da gusto. Pablo explora, se mete por sitios donde hay escombros, ramas, hierbajos, probablemente cacas de perro en diferentes estados de descomposición... Yo intento intervenir lo menos posible, le dejo hacer, ir para donde quiera, aprender de su falta de prisa, de su capacidad de pasarlo genial en un sitio de donde mucha gente no permitiría a sus hijos estar mas de un minuto. Ayer estuvimos lanzando trozos de ladrillos contra piedras para romperlos, viendo bichos que viven bajo las piedras... hoy Pablo ha descubierto un pájaro bastante grande en un árbol que cantaba de una manera muy curiosa... se ha manchado, se ha caido alguna vez... me gusta pensar que ese ratito que pasamos así es un pequeño regalto que le hago, no llevármelo corriendo a casa porque "hayque..." igual que por la mañana le despierto un rato antes para que despierte poco a poco mientras toma leche del día.
Mi hijo no es lento comiendo, tiene la suerte de saber masticar bien los alimentos, o mejor dicho la suerte de no haber aprendido aun a tragar a medio masticar, porque 'toca' salir al patio o 'toca' dormir o 'toca' bailar la jota aragonesa.
A mi también me parece este mundo frenético e hiperexigente, y el tiempo dirá si me equivoco, pero no pienso obligar a Pablo a meterse en la rueda, no al menos durante todo el tiempo que podamos evitarlo.

2 comentarios:

  1. Y lo más triste es lo inculcado que nosotros tenemos el hayque. A mi me costó un mundo aprender a dejar mi lista de tareas fuera cuando empecé con la lactancia. Menos mal que tenemos a nuestros hijos para reenseñarnos lo que es importante.
    Por cierto creo que a nivel facción parental tu reflexión viene entroncando con lo que se da en llamar slowparenting, que en inglés viste más y hace que no parezca aquello de vamos a tomarnoslo con calmita y a disfrutar el camino.

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  2. Si, en inglés todo suena distinto... pues que viva el slow-all!

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